De los 1.196 tripulantes, 350 se hundieron con el barco. Y en cierto sentido se puede decir que se los puede contar entre los afortunados. Los 850 que sobrevivieron a la explosión de los torpedos se encontraron en la clase de aguas que exitaban la imaginación del capitán Quint: estaban infestadas de tiburones. Los supervivientes se vieron obligados a permanecer cinco días en el agua y, aunque distinguieron varios aviones, no pudieron llamar su atención. Entre ellos había un transporte C-54 de las fuerzas aéreas norteamericanas, que en la madrugada del 31 de julio vio algo que pensó que eran trazadoras y bengalas. Consideró que era un combate naval, pero las autoridades del ejército de Guam, adonde había volado desde Manila, desecharon el informe basándose en que era una cuestión de la marina. Todavía más, el servicio secreto americano interceptó un mensaje por radio del I-58 informando del hundimiento, pero lo consideraron falso. Al final, el 2 de agosto , el piloto del avión Lockeed Ventura de la marina de guerra norteamericana, en una patrulla de rutina desde Peleliu, los avistó y avisó por radio a su base. Entonces llegaron dos Catalinas, que rescataron a casi 60 hombres. Finalmente dos destructores llegaron a la escena y recuperaron al resto de los 316 hombres del Indianapolis que todavía seguían vivos y los llevaron a Guam. Habían muerto más de 500. la mayoría devorados por tiburones. (M.Coffey)
El crucero Indianapolis pertenecía a la clase Portland. Fue construido en 1932 por New York Shipbuilding Co. de Camden (New Jersey). Después de servir en multitud de misiones fue asignado en 1944 a la fuerza de ataque de portaaviones rápidos del vicealmirante Marc Mitscher. Días antes de su hundimiento había llevado a Tinian, Islas Marianas, elementos de las bombas atómicas.
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